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Sinópsis


El Sáhara ha sido siempre nuestro desierto, un icono de nuestra geografía sentimental. La adhesión de una gran parte de la sociedad civil española a la causa saharaui es inquebrantable. La ayuda humanitaria y la cooperación al desarrollo dirigida a los refugiados saharauis que están desde 1975 en los campamentos de Tinduf, en la hamada argelina, son el punto de partida para narrar la historia reciente del pueblo saharaui. 


Guión


El conflicto del Sahara Occidental es la historia invisible de nuestra generación…Sin saberlo, crecimos con ella en una España pintada en blanco y negro y con dos rombos, mientras la tragedia del pueblo saharaui extendía sus duelos sobre la tierra mas árida y desolada del planeta; la hamada argelina.

Vagos recuerdos acompañan mi memoria de la infancia, imágenes difuminadas de guerrilleros con turbantes en trincheras socavadas en medio de la nada y la luz cegadora de los espejismos deslumbrando la pantalla del televisor de mi abuelo que musitaba con un Celtas corto en la boca: “Pobre gente, los hemos abandonado a su suerte”.

Aquella frase caló hondo en el subconsciente colectivo de la época y muchos ciudadanos españoles nos sentimos herederos del conflicto, deudos del pueblo saharaui y responsables de su infortunio como consecuencia de un proceso de descolonización todavía sin resolver. Quizá por eso el Sahara   ha sido siempre nuestro desierto, un icono de nuestra geografía sentimental aunque jamás hayamos pisado sus arenas o nos resulte difícil localizar en un mapa sus fronteras. La adhesión de una gran parte de la sociedad civil española a la causa saharaui es inquebrantable. Podemos


Aquellas imágenes en el telediario de la noche retrataban la lucha de los soldados del Frente Polisario defendiendo su territorio. Acostumbrados a un mundo escueto, autárquico y a las noticias con resonancias del inconfundible estilo NODO, resultaba extraño que las arenas del desierto se colaran en nuestros hogares y que aquellas gentes de rasgos exóticos en los confines del mundo tuviesen que ver con nuestro destino. -No hay derecho- decía mi abuelo mientras la ceniza de su cigarro consumido se apagaba en sus labios –Son españoles, no podemos abandonarlos, es una vergüenza-. Pero lo hicimos. El 6 de Noviembre de 1975 la denominada Marcha Verde orquestada por la monarquía alahuita desplazaba a miles de ciudadanos marroquíes que traspasaron la frontera internacionalmente reconocida del Sahara Occidental, hasta entonces protectorado español. El dictador agonizaba y España que entraba vertiginosamente en el laberinto de La Transición y de su propia independencia política no podía asumir un enfrentamiento armado contra el país vecino que además hubiera supuesto una masacre de civiles marroquíes. El 14 de noviembre de ese mismo año, seis días antes de la muerte de Franco (dicen que mientras estuvo consciente no quería abandonar el Sahara), España, Marruecos y Mauritania, rubrican “El Acuerdo de Madrid”, una chapuzera solución  a la crisis que ha devenido en un galimatías del derecho Internacional porque las facultades y responsabilidades de España, como Potencia administradora del Territorio, se transfirieron a una administración temporal tripartita pero el acuerdo no transfirió la soberanía sobre el Territorio que jurídicamente sigue en manos de España. Durante 33 años nuestro país  ha mantenido en un limbo legal la situación del Sahara Occidental que sigue siendo considerado por Naciones Unidas Territorio no autónomo bajo la administración española. De facto, los ciudadanos saharauis, como decía mi abuelo, deberían ser españoles.


Es curioso pero a pesar del  abandono y la tibieza política de nuestros gobiernos frente al conflicto del  Sahara Occidental, el pueblo saharaui siente una honda simpatía por el pueblo español y en medio del desierto, en la inmensidad de una nada que abrasa, podemos compartir como si se tratase de un refrescante tesoro la misma lengua. Hablar, mantener y fomentar el idioma castellano es considerado un rasgo identatario de la RASD (República Árabe Saharaui Democrática) y existen estrechos lazos de hermandad con múltiples organizaciones españolas de amigos del pueblo saharaui. Hablamos de ello en Argel, antes de iniciar el viaje a los campamentos de refugiados, con el embajador español en Argelia,….., que conoce bien los entresijos del conflicto y sus implicaciones políticas y económicas a escala regional e internacional. La semana anterior a nuestra visita se había celebrado en Tinduff, con carácter de urgencia, una reunión de países donantes ante una posible crisis alimentaria en los campamentos provocada por la alarmante subida de los precios de los alimentos básicos. Las previsiones económicas se han desbordado porque una tonelada de arroz, o de trigo o de maíz ha duplicado y hasta triplicado su valor en los mercados internacionales en menos de un año. La supervivencia en los Campamentos depende exclusivamente de la ayuda y la Cooperación Internacional. La vulnerabilidad es extrema. Los países donantes acordaron incrementar las ayudas con carácter inmediato para garantizar el suministro de alimentos hasta finales de año. Por dar un ejemplo, España contribuye con un millón de euros para adquirir maíz, ya se están ultimando los preparativos de la compra en Argelia a través de la Media Luna Roja. Sin este tipo de actuaciones inmediatas podría provocarse una situación de hambruna inminente.  En este zozobrante escenario económico mundial la supervivencia del pueblo saharaui se ve gravemente amenazada.


Río de Oro llaman  los Saharauis a su desierto, metáfora imposible que a fuerza de ser invocada se revela  en arena y viento. Es cuando el verso se hace cuerpo y pronunciar la palabra “Sahara” fertiliza la llanura pedregosa, árida, desnuda de toda vegetación de la hamada e hiciera posible la vida en este paisaje de La Divina Comedia de Dante. No habría mejor infierno para sus versos.


Estas líneas son recuerdos de hace un año, junio del 2008, reflexiones de un viaje acompañando a una delegación de euro parlamentarios de izquierda. Fue una visita maratoniana a los campamentos de refugiados saharauis. Un encuentro breve, muy intenso y de alta temperatura política. Un año después, cuando el otoño se inicia, volvemos al Sahara para entrar en las entrañas del desierto y de sus gentes. Con este rodaje acaban RETRATOS EN LOS CONFINES DEL MUNDO y en la inmensidad de esta nada inconmensurable y ardiente puedo sentir que he vuelto a casa.


Volver a casa significa que una familia te está esperando. Los saharauis son nuestros hermanos Lo demuestran desde el primer instante que pones el pie en su desierto. Todo lo que tienen lo comparten y lo convierten en un viaje al corazón de la bondad humana. Con ellos solo hay luz, vida y belleza en un rincón del mundo parecido a un cementerio. En medio del desierto desolador el calor humano es lo único que importa y el alma saharaui es índómita, noble, libre y tiene la intensidad de la alegría de las mil y una Noches.



Muchos recuerdos rubrican el sentimiento de hermandad que me acompaña, de regreso del yacimiento arqueológico de….la montaña sagrada donde se encuentran las pinturas rupestres del Sahara nos detuvimos a pasar la tarde en la jaima de una familia nómada



 

Los Hijos del Sáhara