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Sinópsis


Las fronteras más infranqueables del Paraguay son invisibles y han sido hasta ahora inexpugnables. Son las fronteras del hambre, la miseria y la injusticia social. Este capítulo describe, a través de los proyectos de cooperación españoles que se desarrollan en zonas rurales, indígenas y urbanas, la realidad de esta nación desconocida, perdida en el corazón del Cono Sur que busca su reconocimiento y su voz en el nuevo mapa geopolítico de América Latina. 


Guión


NARRACIÓN .

Voz en off

Decir que una isla tiene fronteras parece un suceso geográfico inexplicable, tan imposible como pensar que se pueden construir muros en el mar. Y sin embargo, existe un lugar en el mundo Paraguay que es una isla de tierra adentro. Su propio nombre en guaraní…Para guay… significa agua que divide dos territorios o agua que va a morir al mar.  Y lo cierto es que el país no declina sus fronteras en el océano pero la inconmensurabilidad de sus ríos ha dictado los destinos de esta nación desconocida, perdida en el corazón del Cono Sur que busca su espacio, su reconocimiento y su voz en el nuevo mapa geopolítico de América Latina.

Es esencialmente el agua la que ha delimitado las aduanas de su orografía y la relación bilateral con las naciones vecinas, Argentina y Brasil con las que Paraguay comparte dos de las mayores presas hidráulicas del mundo, Itaipu y Yacireta, dos obras faraónicas de la ingeniería moderna que han convertido a Paraguay en uno de los mayores productores de energía hidroeléctrica del planeta.  Los beneficios para Paraguay de estas empresas gigantescas son discutibles y arrojan infinidad de sombras sobre su ejecución, desarrollo y perspectivas de futuro. Curiosamente, el usuario paraguayo paga unas altísimas tarifas eléctricas.

Al recorrer la ciudad de Encarnación, cerca de la bahía del Paraná, el activista y entrañable anarquista, Jorge Urusoff nos explica que todo lo que alcanza nuestra mirada será inundado por el agua para que la presa de Yacireta alcance su cota mas alta y su máxima capacidad de producción. Lo que alcanza nuestra vista es media ciudad de Encarnación…calles, avenidas, negocios, casas, escuelas serán inundadas. La idea parece un despropósito de película de catástrofes hollywodiense.

Ver Yacireta bajo la lluvia, con los desaguaderos funcionando, resulta una imagen apocalíptica que evoca las tragedias silenciosas que han quedado ahogadas bajo las aguas. Las comunidades desplazadas y abandonadas, el innegable desastre medioambiental, un universo sin retorno sumergido en el olvido por la modernidad. 

Itaipu y Yacireta son dos cataratas artificiales e irreversibles que compiten en majestuosidad con sus hermanas de Iguazú, pero sus impactos socio económicos y ambientales son una cuenta pendiente para el estado paraguayo, las entidades binacionales de las que forma parte  y el nuevo gobierno democrático del presidente Fernando Lugo, que después de 35 años de dictadura del general Stroessner y 60 años de hegemonía en el poder de su representación política El partido Colorado, con tan sólo un año de mandato y una frágil alianza política en el congreso y el senado debe encarar enormes desafíos para que Paraguay derribe sus fronteras de pobreza y aislamiento.


Es el agua la mayor riqueza del país pero también sus vírgenes y abundantes recursos naturales y la fertilidad de sus tierras  Dicen que cualquier semilla que siembres en Paraguay germina en tres días y da fruto en tres semanas. Se comenta que aquí han comprado miles de hectáreas la familia Busch, la secta Moon y otras estirpes insignes, como proveyendo que cuando el

desierto nos arrase, en esta isla de tierra adentro que es Paraguay sobrevivirá un pedazo de paraíso.


Aquí los hacendados brasileños y paraguayos han hecho del cultivo masivo de la soja y su tratamiento intensivo con agrotóxicos un imperio de la codicia y un atentado contra la salud, la soberanía alimentaria y nacional del pueblo paraguayo.

En este escenario devastador del agro negocio neocolonialista y la falta de oportunidades para el campesino y la agricultura familiar, la reforma agraria integral se impone como una tarea de gobierno ineludible y una herramienta imprescindible que combata la pobreza, el hambre y el desarraigo en el país.


Dicen que Paraguay ha sido tierra de utopías, aquí quisieron fundar su República los jesuitas rebeldes de la corona española y el papado. Antes de ser expulsados de Paraguay en 1768 con un decreto del rey Carlos III por defender los derechos de los indígenas, como hijos de Dios,  fundaron una red de 30 reducciones jesuíticas  en  las orillas del río Paraná. Un tejido de 30 ciudades indígenas con administración y gobernanza autónomas. Hoy apenas se conservan ocho y las llaman las ciudades perdidas del Paraguay.

En la Misión de Trinidad, después de la lluvia, entre una bruma espesa y acerada puede percibirse la súbita belleza de la noche oscura del alma. El rojo intenso del adobe y el verde musgo del tiempo dan a las ruinas un aspecto fantasmagórico que evoca melodías del pasado. Un ángel tañe un arpa en el dintel de las bóvedas de la iglesia destruida que antaño custodiaba el paraíso prometido. Aquí puede intuirse que el martirio de Cristo fue la sangre del Indio. Otra isla de los sueños a la deriva, otra utopía rota entre la cruz y la espada.

Tras la marcha de los jesuitas, los guaranis de las riberas del Paraná volvieron a ser esclavizados y en muchos lugares exterminados. De hecho Paraguay es probablemente, el país menos indígena de América Latina y sin embargo es el único que mantiene como seña identataria el uso bilingüe entre sus ciudadanos de una lengua originaria, el guaraní o híbrido yopara. Dicen que es un idioma sonoro, que las palabras tienen música. El arpa de los ángeles que se ha incorporado al folclore paraguayo como un rasgo de singularidad musical en el continente. Y quizá el arpa sea también una metáfora de LA ISLA DE LAS FRONTERAS, tañer es como tejer el tapiz invisible de Penélope en la lejana Itaca. El arpa puede ser el sonido de la utopía que vuelve a sembrar de sueños la tierra paraguaya. Devolverle al pobre y al indígena la esperanza y condiciones para una vida digna, es la difícil misión del gobierno del presidente Lugo.


Apenas el 1 o 2% de la población paraguaya es indígena y se reparte entre 17 etnias que salpican la geografía nacional. Muchas de estas comunidades se encuentran en El Chaco, una de las fronteras más aisladas y despobladas del Paraguay pero es también un territorio de la memoria donde siguen reabriéndose viejas heridas, la guerra del Chaco con Bolivia, 1932, 1935, es todavía un terreno pantanoso de la historia. Lo cierto es que ambas naciones se desangraron atendiendo a los intereses comerciales y económicos de multinacionales petrolíferas extranjeras, la norteamericana Estándar Oil Co. y la angloholandesa Royal Dutch Shell, disputándose el Gran Chaco y sus hidrocarburos. Tal vez la primera guerra del petróleo que se desencadenó en el mundo.

En las trincheras de este desierto inhóspito y hostil, abandonados a su suerte, murieron de hambre y de sed miles de soldados de ambos bandos.

75 años después poco parece haber cambiado en el Chaco, una tierra olvidada que languidece de pobreza y falta de oportunidades.

En esta región se encuentra la comunidad de Pycasu, habitada por 90 familias de la etnia guaraní ñandeva. Un poblado remoto de difícil acceso hasta donde ha llegado la mano tendida de la cooperación española. La ONG Cerai y su contraparte local Altervida desarrollan un proyecto de abastecimiento de agua y agricultura familiar en la comunidad.

Resulta paradójico que en las entrañas de este desierto, reposa silencioso, el mayor acuífero de agua dulce del mundo.  En una primera fase se construyó un pozo y se canalizó agua potable en todas las casas. En una segunda fase va a practicarse en huertos comunitarios una agricultura de subsistencia que permita a las familias alimentarse.

La llegada del agua es considerada por los miembros de la comunidad como un milagro y el inicio de una espiral de bienestar y progreso. Pero filmando un amanecer de inexorable grandeza sobre las llanuras del Chaco es inevitable vislumbrar lo mucho que queda por hacer y que estas gentes hasta ahora sólo han tenido por riqueza la belleza de sus cielos.

En este escenario de endémica fragilidad del Estado debida a la larga dictadura y a que Paraguay es el país de América Latina con menor presión fiscal y tributaria, una especie de Islas Caimán pero con pobres, las ONGS han llegado a ocupar un papel institucional muy importante en el país. Varios miembros del gabinete ministerial del presidente Lugo provienen del los movimientos y organizaciones sociales que se han sumado al proceso de regeneración y cambio político que requiere el país. Una militancia éticamente obligatoria pero de difícil equilibrio.


Las fronteras más infranqueables del Paraguay son invisibles y han sido hasta ahora inexpugnables. Son las fronteras del hambre, la miseria y la injusticia social. Podemos verlas, olerlas y sentirlas en EL Bañado Norte y Sur, los barrios más desfavorecidos de la capital, Asunción. En estos vertederos se hacinan cientos de miles de personas que comenzaron a llegar en los años 60 provenientes del medio rural y ocuparon los pantanales y zonas inundables de las orillas del río Paraguay con el beneplácito de la dictadura del General Stroessner.

Hay dos personas que han conmovido profundamente los cimientos de este relato. Son el padre dominico de origen español Pedro Velasco y la joven concejala del PMAS, Rocío Cascos, los destinos de ambos se han forjado en el Bañado. Con ellos visitamos esta isla de pobreza marginal y dolorosa, pero con ellos también  somos testigos de cómo el barrio a través de la democracia participativa y el trabajo de las agrupaciones vecinales ha alcanzado conquistas legendarias en materia de infraestructuras, sanidad y educación.

El Bañado es también un territorio de emociones violentas. De seísmo al final del viaje. De barco que zozobra en las orillas.  La historia del niño asesinado Jossías Valiente es como el tesoro escondido en la isla del pirata que después del horror y la muerte brilla con inextinguible belleza  en la gruta perdida. Es una luz que no se apaga. Un fulgor que crece su leyenda.

En esta tarde de invierno en agosto, la plaza que lleva su nombre esta vacía porque amenaza tormenta y los columpios desiertos son una nostalgia dolorosa. Pero la plaza Jossias Valiente no es una utopía. Existe, como existe Paraguay aunque sea una isla ignota de tierra adentro, oculta por sus fronteras invisibles.  Existe porque la música del arpa teje  nuevos destinos y anuncia que la noche oscura del alma ha cesado y que un nuevo amanecer despierta en las orillas de Paraguay.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                              




 

Paraguay: La Isla de las Fronteras